Una empresa –incluso si hablamos de una PYME– está compuesta por diferentes departamentos. Departamentos que tienen funciones muy diferentes y que, en ocasiones, parecen no tener nada que ver con esa función principal con la que la empresa gana dinero. No obstante, la importancia de esos bloques de trabajo es la misma que la de cualquier otro. Y es que, en una sociedad absolutamente globalizada y tan dependiente del protocolo, las relaciones públicas o las redes sociales, el trabajo de todos tiene una relevancia destacable.
Por otro lado, hay trabajadores que dentro de ese espectro de departamentos no están situados donde realmente hacen falta y donde podrían dar realmente lo mejor de sí. Poder situar a cada uno en su sitio es la mejor alternativa para conseguir que todo el mundo se sienta contento y cómodo y que así, por tanto, mejore la productividad y el buen ambiente en la empresa.
He sido testigo de excepción de situaciones como estas en los últimos tiempos. Desde que hace tres años me hiciera cargo del periódico de nivel provincial que colaboré a fundar me he dado cuenta de la importancia de tener a cada uno en el sitio en el que realmente es feliz. Gestionar un periódico no es feliz y hay muchas aristas que merecen ser atendidas: redacción, maquetación, documentación, redes sociales, producción y recursos humanos, entre otras.
Teníamos que saber gestionar la cantidad de recursos humanos de los que disponemos. Tenemos diferentes profesionales con unas características muy concretas, características que quizá no fueran factibles con el puesto que tenían asignado dentro de la empresa. La productividad que veníamos demostrando no era algo demasiado positivo para nosotros y por eso estábamos obligados a darle una vuelta a nuestra organización.
¿Cómo hacerlo? La verdad era que, en principio, no teníamos ninguna idea destacable. Habíamos mantenido algunas reuniones entre los directivos y lo cierto era que no habíamos sacado nada en claro. Sin embargo, un día descubrí Facthum y los problemas se allanaron. Facthum era una compañía especializada en recursos humanos dedicada, por ejemplo, a ejercer un test de personalidad laboral a los trabajadores para conocer en profundidad cuál era su perfil y por tanto si dentro de la empresa estaban bien colocados o eran felices.
Yo creía firmemente en que esto era completamente necesario. Tenía la sensación de que muchos de nuestros trabajadores no estaban motivados en su puesto y que esa era la explicación que se escondía detrás de la baja productividad que reflejaban los números. Facthum proporcionaba un método ideal para conseguirlo, ese test de personalidad denominado PAPI 3. Cuando comenté el asunto con Dirección, me instaron a que me pusiera en contacto con aquella entidad.
Resultados clarificadores
El servicio que me proporcionaban desde Facthum era ideal. La realización de los tests y la obtención de los resultados se llevarían a cabo en un periodo corto de tiempo para que pudiésemos actuar en consecuencia lo antes posible. Contar con un servicio así, teniendo en cuenta que no era caro, suponía una gran ventaja para el periódico.
Los resultados depararon exactamente la conclusión que me temía: muchas de las personas empleadas en el periódico estaban desmotivadas. Casi todas preferían ocupar otro puesto en virtud de sus conocimientos o de sus aficiones. Esa conclusión que nos había proporcionado el PAPI 3 daba buena cuenta de los errores que veníamos cometiendo en materia de recursos humanos. Reestructurar el periódico para que cada cual se sintiera lo más a gusto posible era la única alternativa y garantía para seguir adelante.
Así lo hicimos. Y han cambiado muchas cosas desde que nos pusimos manos a la obra para enmendar los errores. Hemos redistribuido a las personas entre los diferentes departamentos y, después de analizar la nueva productividad, nos hemos dado cuenta de que ésta se ha recuperado. Volvemos a tener los niveles que teníamos hace algunos años, cuando ni siquiera nos planteábamos la posibilidad de estar haciendo mal las cosas en materia de recursos humanos. Y, además, tenemos la certeza de que los nuestros son felices trabajando aquí. ¿Qué más podríamos pedir?