A menudo, los empresarios suelen tener en cuenta, para determinar la rentabilidad de su negocio, aspectos como la calidad de los servicios que ofrece su empresa, el precio al que se venden esos servicios o productos y los costes fijos que se deben asumir a la hora de poner en práctica la actividad para la que se constituyó su entidad. A pesar de que tener en cuenta todo esto para valorar esa rentabilidad es fundamental, es igual de importante no perder de vista los pequeños detalles que pueden hacer que la capacidad económica del ente se resienta de un modo sustancial.
Una de esas cuestiones es el fraude laboral, que por desgracia ha pasado a convertirse en una de las mayores amenazas para los empresarios de hoy en día. No en vano, los casos se han multiplicado a lo largo de los últimos años y son muchos los empresarios que se han visto desprotegidos ante esta problemática, que es igual de tóxica para su negocio que cualquier pérdida económica que pueda darse a lo largo de su actividad.
Un artículo publicado en la sección Cinco Días, del diario El País, ya advertía de que la picaresca de faltar al trabajo se había desarrollado, allá por el año 2010, de un modo espectacular en especial gracias al surgimiento y la revolución marcada por Internet. El artículo comenzaba de un modo que sin duda es tremendo: poniendo cifra a la enorme cantidad de trabajadores que cada día faltan a su puesto de trabajo sin tener ninguna justificación. Una cifra que se sitúa en torno al millón de personas. Un dato que es simplemente demoledor.
Los casos se han desarrollado tanto que los empresarios, muy preocupados por una situación como tal, han decidido poner cartas en el asunto con la contratación de detectives. Un artículo publicado el año pasado en El Confidencial desveló que la mayor parte de trabajos que les son encargados a las agencias de detectives tienen que ver con la supuesta comisión de fraude laboral, algo que pone en evidencia que en España un emprendedor debe tener mucho cuidado a la hora de decidir con quién quiere trabajar.
Una cuestión de confianza
El buen emprendedor es, sin duda, el que es capaz de confiar en aquellas personas en las que ha contratado para realizar el trabajo diario dentro de su empresa. Sin embargo, existen ocasiones en las que conseguir tan objetivo es simplemente imposible. La inmensa mayoría de empresarios (tanto grandes como pequeños) han tenido que enfrentarse a una situación como la que venimos describiendo. Es una situación tan triste como habitual en un país como el nuestro y que no tendría por qué existir.
Los casos de fraude laboral tienen, pese a todos los problemas que ocasionan para el emprendedor, una posible solución para éstos. Los abogados que componen el bufete García Álvarez & Piñero han advertido que, en los últimos años, y en el caso de obtener una prueba de la comisión del fraude, los casos en los que la empresa gana el litigio judicial han aumentado de un modo considerable, algo que sin duda alguna ha hecho respirar a miles y miles de emprendedores que, de este modo, ven en la justicia la mejor aliada para salvaguardar su actividad.
El emprendedor, gracias a esto, ve la posibilidad de despedir de manera procedente a quien ha estado intentado burlar la obligación de acudir a su puesto de trabajo. Sacar adelante a una entidad es ya lo suficientemente complicado y costoso como para que intenten desmontarla desde dentro. No asistir al trabajo por causas como las que venimos comentando es, además de todo lo que ya hemos dicho, una falta de respeto total y absoluta de cara a los compañeros, que probablemente tengan que asumir una carga de trabajo superior.
Es evidente que el uso de detectives para paliar los efectos del fraude laboral no va a terminar con estas malas prácticas. Quien hizo la ley hizo la trampa, y todavía quedan sin descubrir muchas personas que siguen haciendo de las suyas para ‘escaparse’ del trabajo y tratar por todos los medios de eludir sus obligaciones como trabajador y como asalariado. Ser capaces de identificar a estas personas y que paguen por sus actos es la mejor manera de que ninguna entidad sea destruida por algo parecido a un troyano.